jueves, 30 de junio de 2011

Cine veraniego

En estas épocas veraniegas normalmente hay sequía cinematográfica, a excepción, claro, de los típicos blockbusters palomiteros, que sí, que muy bien para pasar el rato, que igual voy a ir a ver unos cuantos, pero de calidad mas bien poca. Sin ir más lejos la de los Transformers, que esta vez no me engañan para ir a verla, la 2 (ya vista en casa) me pareció vergonzosa. Otro ejemplo es Piratas del Caribe 4 <náusea> que he ido a ver y me a parecido digna de la hoguera, sobretodo porque está basada en un libro muy bueno de Tim Powers, en el que ni Jack Sparrow ni Barbossa ni miembros viriles en ácido acético.

Pero como siempre hay luz en la oscuridad, pelis de calidad que dejan muy buena sensación de cuerpo al salir del cine. No hablo de películas de oscar, sino de films sencillos, sin mayores pretensiones que entretener un rato sin presupuestos estratosféricos ni tetonas descerebradas. Hoy voy a hablaros de dos de ellos.


El primero es Midnight in Paris (Medianoche en Paris) de Woody Allen, con Owen Wilson y Marion Cotillard. La carrera de Woody Allen como director tiene sus altibajos; sus películas suelen ser películas muy personales, todas con ciertos elementos en común, pero no siempre realizadas con el mismo éxito. No voy a dar una lista aquí de las películas de Allen que a mi me parecen buenas y de las que me parecen malas. Simplemente digamos que la última que fui a ver fue Vicky Cristina Barcelona, una película por encargo, sin alma que más parecía una postalita de mi ciudad para turistas y un experimento del histrionismo del que es capaz Penélope Cruz. Al salir del cine, nada contento, me dije que tocaba temporada mala de Allen. No fui a ver ninguna otra hasta Midnight in Paris y me ha sorprendido muy agradablemente. Creo que en parte ha sido porque fui a verla sin saber mucho de ella y en eso reside parte de su encanto, así que no os la destriparé. Solo decir que trata de un viaje a París de un guionista de cine que está escribiendo, sin mucho éxito, una novela, y su novia pija. A partir de ahí la película funde la vida bohemia en París, algún elemento y personaje extraordinario y los problemas creativos y existenciales del protagonista, un Owen Wilson que está que se sale, creo que probablemente es su mejor interpretación hasta el momento. No quiero hablar más de ella, simplemente animaros a ir a verla si aún estáis a tiempo.





La segunda peli y la que he visto más recientemente también ha resultado una sorpresa muy agradable, sobretodo porque ha vencido uno de mis prejuicios en el cine. Se trata de la argentina Un Cuento Chino. Y es que en general no soporto el cine Argentino: mucha palabrería y situaciones inverosímiles que pretenden pasar por cotidianas. Además, te encuentras a Ricardo Darín hasta en la sopa. Pues no, en la película de la que os hablo hoy no hay demasiado diálogo, aunque la situación sí es inverosímil, pero hay que recordar que es un cuento. La vida de Roberto (Ricardo Darín), un hombre solitario acostumbrado a vivir como un ermitaño y con todo un abanico de manías y obsesiones, se ve gravemente alterada al encontrar un pobre chino que acaba de llegar al país, no habla ni papa de español y está buscando su tío. Por buena fe, acaba alojándolo en casa mientras dura la búsqueda. Ésto crea situaciones cómicas y otras muy emotivas que consiguen calar hondo en él y abrirse a la gente que le quiere. Como no, Darín  se come la película, demuestra que un buen actor no solo debe transmitir con los diálogos y Darín lo hace sobretodo con la mirada. En conclusión, una comedia fresca, veraniega que nos ha sentado como un heladito en lo más caluroso de la tarde.

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