Una vez al año nos encanta ir a recoger el fruto de un olivo que crece medio silvestre en la linde de uno de los campos que la familia conserva en la Conca de Barberà. Este Domingo pasado decidimos emprender la tarea.
Salimos por la mañana a una hora prudencial y tras unas dos horas de coche nos plantamos en el pueblo: Rocafort de Queralt, a unos 15 Km de la capital de la comarca (Montblanc). Siempre que vamos aprovechamos para visitar la cooperativa agrícola y comprar el delicioso vino blanco que producen. La sede de la cooperativa es un precioso edificio de estilo modernista, considerado una de las catedrales del vino que adornan algunos pueblos de la comarca.
Una vez abastecidos, nos vamos al campo, está recién labrado y parece que este año aún no lo han sembrado. La parcela superior tiene viña, ya seca por lo avanzado del otoño. Parece que el olivo no está tan cargado como años anteriores, pero las olivas son mas grandes. Las que cuelgan de las ramas superiores y de las meridionales, más expuestas al sol, tienen un hermoso color oscuro, mientras que otras aún están verdes.
Lo primero de todo es desayunar, para poder hacer frente al trabajo que durará el resto de la mañana. Nada mejor para empezar que regar bien el desayuno con un buen trago de vino. A partir de aquí, manos a la obra, sin maquinas, ni varas ni nada más que las dos manos y unas bolsas.
Nos afanamos en el trabajo, rodeados por campos sembrados, campos de almendros, viñas y algún que otro cazador que pasa cerca. Al fondo, junto a un campo de molinos de viento, se recorta el pueblo vecino de Forès. El dicho popular dice que a Forès, l'olla bull i no hi ha res (la olla hierve y no hay nada). Es curioso como en los pueblos siempre aparecen dichos de los pueblos vecinos. Algún día haré un pequeño compendio.
La mejor manera de empezar a trabajar |
Al final, después de una breve incursión en el bosque para recoger hierbas que ayudaran a la maceración, decidimos dejar las ramas más altas por imposibles y hacemos recuento del botín: tres sacos (unos 22 Kg) y una bolsa llena de tomillo y oloroso romero.
El botín |
Para su preparación, una vez lavadas, las aceitunas se ponen en remojo con agua durante nueve días cambiando el agua una vez al día, para que pierdan el amargor. Posteriormente se ponen en potes grandes con agua y sal (9 partes de agua por cada una de sal) y se le añaden hierbas como el tomillo y ajedrea, dejándolas macerar 9 semanas más. A partir de ahí ya se pueden comer, al principio estarán ásperas pero a medida que pasen los meses se irán suavizando.
Aún nos quedan unas pocas del año pasado. Están buenísimas. Espero que las de este año salgan tan buenas como las del anterior. Si algún día pasáis por casa, os invitaremos!
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